Las religiosas viven la devoción al Corazón de Jesús, donde se manifiesta la gloria de Dios plenamente, y de donde brotan el amor y las gracias que salvan al mundo. Esta devoción exige una respuesta generosa de fe en el amor de Dios y una actitud de reparación por los pecados del mundo. (Constituciones, n.51)
Reverencian y aman con singular ternura a la Santísima Virgen María, que es Reina y Madre de la Compañía, bajo la dulcísima advocación de “Mater Salvatoris”; y Ella, que fue la primera asociada a la misión de su divino Hijo, desde el momento de la Encarnación, es para todas maestra y modelo en el cumplimiento de su vocación. (Constituciones, n.53)
Son características constitutivas del espíritu de la Compañía:
-Señalarse en la adhesión, amor y servicio al Santo Padre, porque es Vicario de Cristo en la tierra y principio visible de unidad de fe y de caridad en la Iglesia. En consecuencia, las hijas de la Compañía del Salvador, para caminar con seguridad en la vida de la fe y acción apostólica, llevadas por el Espíritu Santo, hacen un voto explícito de obediencia al Sumo Pontífice, Primado de la Iglesia Católica.
-Señalarse en la devoción y amor a San Ignacio de Loyola, a quien la Compañía invoca como a Padre y celestial Patrono, y cuyo Sumario de las Constituciones el Instituto ha considerado siempre como su regla primitiva e inspiradora. (Constituciones, n.4)
La acción apostólica de la Compañía forma parte de su propia naturaleza. Por tanto, toda la vida espiritual de las religiosas ha de estar penetrada de espíritu apostólico, y toda su actividad apostólica debe estar informada por el carisma de la Compañía